¿Por qué somos infieles?

La pareja, para la gran mayoría de las personas, suele ser uno de los pilares más importantes de la vida. Independientemente de que pensemos que una relación será para toda la vida, para mucho tiempo o simplemente para un periodo más o menos corto…poco a poco se establece en ella una acuerdo implícito en el cual “la presencia de otra persona” en la vida íntima de los dos no tiene ningún tipo de cabida (a no ser que de forma explícita se consienta por ambas partes).

La infidelidad podríamos decir que es una de las experiencias más devastadoras en una relación de pareja. Sus efectos serían parecidos a los de un tsunami que arrasa de manera abrupta e inesperada desolando todos los cimientos y las estructuras que la relación ha ido construyendo a lo largo del tiempo. Siendo la confianza el elemento más dañado y más difícil de recomponer. Como un jarrón que rompe en pedazos y hay que encontrar cada uno de los trozos y lo más difícil, volver a reconstruirlo.

Una de las preguntas que surgen en esos primeros momentos de revelación y por mucho tiempo después es… ¡¿Por qué lo has hecho?! Cada amigo o familiar que sea conocedor de la noticia aportará su granito de arena para llegar a la razón del porqué de tan injusta, amarga y desconsiderada acción. “Ya no le quería”, “Es un cabrón”, “Ha buscado fuera lo que no tenía en su casa”, “Se dejó llevar”…

Pero… ¿Qué existe en realidad detrás de una infidelidad? ¿Por qué muchas personas son infieles y otras muchas no?

Porcentualmente en España se habla de un 30% de infieles, pero tratándose de un acto que se maneja mejor en el silencio…podríamos hablar de más de un 40% de personas que han engañado a sus parejas, siendo las estadísticas muy igualadas de hombres y mujeres. Y las razones, por mucho que queramos simplificar, son muy diversas.

La realidad es que cualquier persona puede ser infiel. No existen tipos de personas fieles o infieles en sí mismo, lo que sí existen son una serie de variables personales y circunstanciales que pueden acercarnos o alejarnos más o menos de esa línea. Existe un deseo o impulso tanto sexual como afectivo que subyace en nosotros y que puede potenciarse o minimizarse en base a: tanto a las circunstancias y al momento que esté viviendo la pareja, como a ciertos atributos personales.

Circunstancialmente por lo tanto podríamos hablar del aburrimiento y la monotonía, la falta de intensidad en la relación, un periodo de crisis en la pareja, un distanciamiento emocional y físico, exponerse en contextos donde se conozca a más personas y que éstas resulten atractivas…

Dichos aspectos suman sabor al combinado de variables pudiendo ser precipitantes, pero sin duda existen otras variables si cabe más trascendentales y son las personales:

– La atracción por el riesgo y la necesidad de experimentar sensaciones nuevas, en algunas personas, se relacionan con una mayor producción de dopamina. En estos casos, si la persona no se mantiene en unos niveles moderados de satisfacción en otras áreas (ocio, novedad en la propia relación, deporte…) pueden saciarse con aventuras amorosas.

– La inseguridad a la hora de vincularnos con las personas. La necesidad de sentirse constantemente “querido y deseado”. En estos casos no es necesario que la relación con su pareja no funcione, simplemente se necesita más o de manera más segura y se tendrá a alguien en la recámara para no sentirse solo o para revalorizar su rol.

– La mayor o menor convicción de la persona para pensar más allá de lo establecido social y moralmente y jerarquizar en un momento de su vida una acción concreta que es beneficiosa para ella por encima de un compromiso. En ocasiones podríamos hablar de perfiles más narcisistas donde pueden haber encontrado en sus hogares modelos similares (me aprovecho y lo hago porque me lo merezco y mientras no te enteres no pasa nada). Pero en otros casos en esa convicción no tiene por qué existir un sentimiento o pretensión de abusar, sino de no querer perderse una experiencia (en estos casos las conductas tendrán un carácter más puntual).

– La valoración de la conducta infiel en un corto plazo. La persona no llega tomar conciencia real de lo que puede suponer ser infiel, no se piensa en las consecuencias y se centra en el placer inmediato. Suele ir asociado a una dificultad en el control de los impulsos.

– Existen cada vez más estudios que correlacionan los niveles de determinadas hormonas sexuales con un mayor deseo sexual, lo que se correlacionaría con una mayor incidencia en la infidelidad.

Como podemos ver, son muchas las razones y las variables que pueden llevar a una persona a cometer una infidelidad. Cuantas más variables personales o circunstanciales tengamos, mayor probabilidad tendremos de acercarnos a esa puerta, tocar y entrar….pero…cabe destacar una variable que no he añadido en la lista pero que es la que más podría modular las anteriores y atenuarlas… el compromiso. La mayor o menor voluntad de mantener con tu pareja el compromiso de romper o no un acuerdo a pesar de todo.

Como nos relacionemos con el compromiso determinará en gran medida nuestra decisión, ya que romper un acuerdo al final… siempre es una cuestión personal.

 

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