El otro día mi hijo pequeño observaba a un hombre de unos 70 años que estaba sentado solo en un banco mirando no se sabía muy bien a qué o a quién…A mi hijo le cambio la cara, se quedó preocupado y me dijo…»mamá, ese hombre me da mucha pena, está solo y es viejecito, puede que esté triste porque se va a morir pronto”….y estuvo un buen rato hablándome de ese hombre y haciendo cábalas sobre ese momento en el parque y repitiéndome la pena que le daba.……
Entonces yo le expliqué que en realidad no sabíamos lo que estaba pensando o sintiendo ese hombre…podía ser que estuviera triste, pero quién no lo está en algún momento de su vida, tal vez ese hombre pensara en la muerte, pero tal vez no sentía tanto miedo como el pequeño pensaba o simplemente estaba esperando a alguien y estaba pensando lo mucho que se retrasaba esa otra persona.
Le conté que muchas veces sentimos pena cuando vemos a gente con problemas y es bueno empatizar porque nos acerca a esa persona….pero la pena nos puede hacer creer que somos mejores, con más capacidad, más fuertes….presupone que el otro tendrá muchas dificultades de sobreponerse y refuerza en el otro la percepción de incapacidad.
Y es que hay dos aspectos importantes a tener en cuenta:
- En primer lugar, que una persona nos suscite sentimientos de pena y aflicción no significa que en realidad la otra persona esté pasando por esa situación tan supuestamente penosa. A veces proyectamos nuestros propios miedos e inseguridades en los demás y llegamos a creer que esa otra persona está atravesando por un escenario que tal vez no sea el suyo, sino el tuyo. Por ejemplo, si a una persona no le gusta estar sola y teme quedarse sin pareja y un día un amigo decide separarse, puede suscitarle sentimientos de pena por pensar que este amigo lo va a pasar muy mal, no deseando en absoluto estar en su situación, incluso sintiéndose más afortunado que él por no estar viviendo eso.
- En segundo lugar…una de las acciones a las que nos lleva la pena es ayudar a la persona que nos está provocando esa emoción. Y podríamos pensar….¿y qué hay de malo en ayudar?…Antes de hacerlo debemos estar seguros de que esa persona necesita y quiere recibir la ayuda, puesto que lo que sucede con frecuencia es que tenemos nosotros más necesidad de ayudar, que la otra persona de recibir esa ayuda.
Cuando mi hijo me dice que siente mucha pena por alguien, le digo que esa persona tal vez sea fuerte y es capaz por sí mismo de encontrar una manera de resolver su problema o de solventar una adversidad, démosle la oportunidad y la confianza, tal vez así le estemos ayudando más…o puede que no y haya que ayudarlo…pero vamos a contemplar ambas opciones y a mirarlo con otros ojos.